Sabed, verdugos negros,
que sin poder yo evitarlo lo despojasteis de una vida llena.
Cincelasteis su corazón en vida, cerrando un cerco sobre su derecho
más humano. No pude evitar, aún salvando la materia más vil, aún
anclando a esta miseria su distancia, la impotencia insalvable de ver un
cuerpo que flota, mar adentro, tan lejos y tan cerca. Por la Cruz en
las calles hundisteis a mi único dueño. No habrá Paraíso
ni Purgatorio para
vosotros, que propiciasteis la consumación de una muerte ganada ante
la perdida del poder. No habrá lástima para aquellos que, muerto en
vida, lo remataron con su desidia de regreso a Rávena. No habrá
luces para los perros negros que callaron mi amor con una lejana,
silenciosa, humillante despedida. Lamentad con los siglos su ida,
onorate l'altissimo poeta.
(2010)
La voragine infernale, Sandro Botticelli |
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