"El progreso de un artista es un continuo autosacrificio, una continua extinción de la personalidad". T. S. Eliot

martes, 27 de marzo de 2012

Réquiem de primavera

Se confundieron la primavera y el otoño
para tumbar un pilar fuerte,
porque no se respeta el tiempo
y las hojas caen cuando no deben.
Cayó durmiendo
la última hoja

Sin latir y sin doler muerte.


(22 de marzo de 2012 )

viernes, 23 de marzo de 2012

Anoche soñé con una plaza enorme y vacía, parecida a la de San Marco en Venecia pero más grande. Yo entraba corriendo en busca de alguien, pero la plaza estaba vacía y sin apenas darme cuenta yo estaba en el centro. En el punto más céntrico de la plaza, alejado infinitamente de los extremos que se perdían como horizontes, rodeado de soledad. Solo, solo, solo. Intentaba salir de la plaza pero arrastraba conmigo ese maldito centro que me mantenía aislado. Andaba y la plaza venía conmigo, sin dejarme huir, sin dejarme alcanzar los soportales lejanos que circundaban la plaza océana. Desde la oscuridad de aquellos soportales sentí que me observaba una muchedumbre riéndose de mi solitaria distancia, de mi encierro al aire libre, a plena luz del día, en el centro de una plaza amplia e infinita.

jueves, 22 de marzo de 2012

Estás flotando boca arriba en un inmenso e infinito mar de leche. Sientes cómo el líquido tibio se adhiere a tu piel y te acaricia la espalda. Oyes los murmullos de las mareas y un vaivén suave te adormece, te mece en un sinsentido que pretendes comprender. El líquido ya no es tan líquido, y los dedos de tus manos extendidas se hunden en su viscosidad láctea. Se templa el mar de leche bajo tu peso, bajo tu cuerpo inmóvil y denso. Vas y vienes con la corriente, pero el mar aún está calmo. Sube la temperatura y con los ojos cerrados notas el vapor de la leche que sube y se pega a tu piel, que te humedece el rostro y te hace sudar la sal que el mar ya no tiene. El vapor sube cálido y después caliente, notas la agitación de esas corrientes que tiemblan y se queman. Percibes la inquietud del mar de leche. El aire caliente y blanquecino te rodea, ascendiendo al bordear tu volumen, creando nubes que algún día volverán a ser mar. De leche. Treman con fuerza las corrientes, temerosas, el vaivén es movimiento y la serenidad blanca ya no es nada. Las burbujas estallan a tu alrededor y crestas de espuma te nublan la mirada. Explotan las esferas de calor y la leche que salta te marca la piel. Quieres nadar pero todo te impide dejar de hacer el muerto, dejar de tender tu cuerpo al mar de leche y a su temperatura azarosa. El vapor y las burbujas se confunden en el olvido de la primera tibieza. Y ya es tarde.