Hermoso muñequito de papel, de cola y agua, de palidez bien pura. Dulce germen de lo que debe ser, tan húmedo, tan fresco. Manecitas tiernas y cintura endeble. Mente recién hecha que rezuma cola, y agua y agua y agua... y que el tiempo, con papeles superpuestos y pinceladas correosas que estriarán tu piel, te congelará en la solidez de la caída, tomando cuerpo en ti lo que debió ser, con su peso lastrado eternamente hacia lo más profundo.
"El progreso de un artista es un continuo autosacrificio, una continua extinción de la personalidad". T. S. Eliot
domingo, 21 de octubre de 2012
sábado, 20 de octubre de 2012
Yo medio muerto, los ojos cementados en un sueño pesado, denso y caviloso. Ella de pie y removiendo la ropa, los olores vivos, el sudor en el aire. Que vuelen las bragas y el lápiz de labios, retócame por favor la raya del ojo, a qué esperas (¿por qué no me follas?). Yo caviloso y embalsamado como el más principal de los incas, ella vibrando y quemando como una lengüita de fuego. Pura vida puro instinto puro dolor en el otro. ¿Por qué no me follas? Yo, Yo, Yo. Removiendo las ansias y todos los estados del alma. Removiendo las sonrisas y los ojos cansados. Yo odiándome por dentro, desapareciendo más, y más. ¿Por qué no me follas? Ella de pie. Que vuelen las bragas y etcétera, eccetera and so on. Yo desapareciendo en líneas y esencias como un torito de Picasso. Embalsamado y cegado por el brillo. Tapiados los párpados por el grito de la vida pura.
Mujer desnuda acostada, piernas separadas, Egon Schiele |
Asistir al teatro con los ojos vendados y padecer la tentación de poder entender, de poder descifrar. Sentir en los labios otros labios, otra lengua, y cuando crees que lo entiendes se apartan y padeces entonces la tentación de poder entender. El potencial. El calor en el cuello, la presión en el pecho. El padecimiento de las bocas y las lenguas vendadas. El desciframiento retráctil que tanto duele y que tanto atrae. La tentación de ser y no ser al mismo tiempo. Cuando el tiempo lo marcan dos lenguas vendadas.
martes, 16 de octubre de 2012
miércoles, 3 de octubre de 2012
La envidia
Sonaron tres golpecitos
secos, toc, toc, toc. Pero no se vio nada. De nuevo un toc, y otro
toc, y un tercero. El vidrio vacío y frío, y sólo la fachada de un
edificio al otro lado de la calle. Y Kierkegaard. Luego la ironía y
sus mecanismos, luego algo más y un poco más. Tres toc, y nada en
la ventana. Las palabras graves y las hojas marchitas con nervaduras
de tinta, hojas de árbol muerto. Se pasan los folios como se pasa
todo, sin gritar apenas. Como esos golpecitos secos largamente
inadvertidos. Como ese toc y la ventana vacía. Donde debía de haber
algo, un cuerpo extraño, fuese cual fuese, sólo estaba la fachada
de enfrente, la cuadrícula gris tras la malla metálica de una
escalera de incendios. Así Wittgenstein y Kafka, como el guardagujas
de Arreola, tan irónico. Como lo monstruoso irrumpiendo en la
realidad para ser excluido y que la vida siga, encerrado en un cuarto
angosto con una manzana incrustada en el caparazón, pudriéndose la
manzanita de incomprensión e impotencia. Sonaron de nuevo los toc y
vi por fin la figura del llamador, su cuello bravo de toro, de torito
pequeño, emplumado en verde mosca y gris plomo y blanco arrogancia.
Esa cara de pichón erudito al que le faltasen unos quevedos. Ese
ansia por entrar, por atravesar el vidrio e ironizar insieme a noi.
Esa noble suciedad de calle que fue también escuela. La paloma que
ya no hace toc y que ahora se inclina agudamente sobre el vidrio,
tratando de escuchar. De Sartre. De Nietzsche. De los folios roncos
que se doblan sobre las carpetas sin oír palabra, ni ironía. Con
golpecitos secos quería nuestra paloma vivir la vida, dejar de
observar llanamente y vivir con cara de Heidegger o de libro de
Heidegger o de pensamiento. Con o sin quevedos. Con o sin sueños,
con o sin discursos. Quisiera nuestro pichón ser la mujer que llora
la agonía de su marido, y no el pintor que por casualidad visita la
escena, apoyado en la puerta, los ojos en coulisse. Quisiera
nuestra paloma dejar de limar su piquito contra el vidrio
transparente, asignarse también un pupitre, una ilusión y algunos
bostezos. Quisiera un birrete y abandonar la mala vida, los paseos
errantes, los vuelos torpes y violentos, las heces amargas, las
agujillas juntas y apretadas sobre la cabeza del santo. O del Padre,
o del Hijo. Convergen en la paloma las esferas de la objetividad, de
la subjetividad y de la intersubjetividad. También quisiera
filosofar la paloma. Pero la voz grave canta al otro lado del vidrio
-Yellow dog blues, o
no-, los niños duermen emborronando las nervaduras, sin ironía, y
la paloma, ávida de unos quevedos y de un birrete, de una vida mejor
y más viva, vuelve a hacer toc, toc, toc. Sin ironía.
Lou Stoumen: At the Studio Window, New York City, 1940 |
martes, 2 de octubre de 2012
Adán el Débil
Primero creó Dios la sed, y luego el agua; creó el hambre, y más tarde el alimento; creó el sueño, luego el descanso. Se deleitó en su perversidad, con nuestras ataduras. Y, así, con inquina, nos hizo una hermosa jaula para luego crear la libertad; y creó la esperanza, cuya saciedad se olvidó de regalarnos.
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