"El progreso de un artista es un continuo autosacrificio, una continua extinción de la personalidad". T. S. Eliot

martes, 29 de mayo de 2012

Flotando en aguas muertas

No es un tópico que el alma del artista es un alma sufriente. Es un corazón hueco relleno con el serrín de la incertidumbre. La creación desgarra. Es la inquietud de no saber por qué se crea, la inquietud de no saber para qué se crea, la inquietud de no crear y pensar ese vacío como inquietud o serenidad. Cuál es la necesidad, cuál la inquietud, cuál la incertidumbre. Del artista que no es tópico sino sufriente.


lunes, 28 de mayo de 2012

La ragazza indicibile


Un espectáculo breve: La ragazza indicibile -La chica indecible, innombrable, acaso indescriptible-, una obra contemporánea que buscaba representar el mito de Perséfone, Koré, «que es la vida en tanto que no se deja decir». Una mezcla de teatro y danza, movimientos arrítmicos que quizá en su momento no supe apreciar. Una protagonista escuálida que convulsionaba su figura entre cortinajes de tiras blancas, fuertemente iluminadas, y un conjunto de nueve negras que sólo sirvieron para hacernos ver que aquello estaba terminando. Saludaron las espectatrices -que para mí son quienes se ocupan de un espectáculo «moderno» y difícil de clasificar-, y se cerró el telón tras aquellos cuarenta y cinco minutos escasos de posmodernidad cuasi pornográfica, seudointelectual y algo sicodélica. Pensé solamente en la espectatriz protagonista: la peluca espesa y rubia, el vestido blanco, la luz blanca, la delgadez extrema, la desnudez extrema, [se apaga la luz], [se enciende la luz], el vestido rojo, el cuello alto, las mangas al codo, los ojos grises, [se apaga la luz], [se enciende la luz], las bragas grises, la piel blanca, las costillas claras, los pechos pequeños, las rodillas rosas, las rodillas duelen. Y sus rodillas eran rosas por los golpes contra la tarima del escenario, por ese arrastrarse compulsivo y lunático con que pretendía simbolizar el descenso a los abismos, el matrimonio odiado, la separación de la madre, la chica inclasificable -né figlia, né madre, né vergine, susurraba una voz en off siseando las eses del italiano y conjurando misterios en griego-. Ya en el recibidor del teatro pensé en ella y me paré en seco, di media vuelta y entré silencioso en los camerinos, encontré el suyo -supe cuál era porque no tenía cartel. La chica indecible- y llamé con golpes inseguros. Me abrió con demasiada confianza, envuelta en una toalla, quizá esperando a otra persona. No nos dijimos nada y entré, clavó sus ojos grises en mi nuca mientras me internaba en su intimidad como un soplo de aire, me giré para mirarla y partí sus labios con un dedo silenciador. Lo entendió todo y dejó caer la toalla, brillando la claridad de sus costillas a través de la piel, bajo las bombillas blancas del tocador. Sus pechos eran tan diminutos como en escena, apenas erguidos por el frío -quizá los nervios. La atraje bruscamente y sentí los músculos de su espalda, los nervios de la danza en las dos columnas férreas de sus lumbares, la besé con violencia y sentí en mi pecho el roce de los pezones de quien de verdad era: Koré, diosa del inframundo. Hicimos el amor sin amor ni teatro, sólo el tocador y sus piernas blancas y flacas sobre mis hombros. No dijo ni una palabra y pensé que sería todo silencio hasta que la escuché gemir. Un gemido abismal, como gimen las diosas de piel y huesos y poca carne. Los ojos grises. Terminé con ella y le mordí los labios, la miré a los ojos y cerré por fuera. Pero ésto sólo lo pensé, y luego me dolió el tan solo haberlo pensado. En realidad salí sin entender nada, pero satisfecho porque aquel espectáculo extraño me había hecho pensar, obligándome a sacar mi cuaderno cuando la música fuerte atenuaba el ruido y la luz blanca me dejaba tomar apuntes. Salí del teatro y nevaba. Caminé sin cubrirme para ver los copos al trasluz de las farolas, una nieve muy fina que se dejaba arrastrar por el viento, nieve arremolinada, pareciendo que en vez de caer subía. Y llegué a casa después de mil rodeos, el borde de los párpados encarnado por el frío y los labios amargos por no haber entendido, por no haberme atrevido a buscar esa puerta sin cartel, ese cuerpo indecible.


Firenze, febbraio 2012

Fotografía de Ludmila Foblova

sábado, 26 de mayo de 2012

¿Por qué me has crucificado tan alto,
tanto que para besarme tienes que subir una escalera larga y temblorosa?

¿Por qué me has crucificado tan alto,
donde tus miradas no llegan y desde donde mi sangre jamás tocará el suelo?

jueves, 17 de mayo de 2012

... que no huyes

Pobre insomne que no huyes, que no gozas la pequeña muerte. No hay altos en tu camino para hacerte renacer. Soportas la oxidación continua sin que la oscuridad te calme, sin que la oscuridad te ame, sin que la oscuridad te arme y te devuelva al mundo para morder lo que dejaste a medio. Pobre insomne que no digieres y no vuelves a tener nunca más hambre. Pobre insomne que dejaste de palpitar con fuerza porque, como el vacío sin oxígeno, tu alma sin descanso no roba minutos al tiempo que no espera. Tiempo amontonado en el interior de tus párpados abiertos, encarnados, fatigados por el camino eternamente recto.


martes, 15 de mayo de 2012


Querría que fueses un gran libro, que también pudieses leerte para alzar luego la vista y preguntar qué es esto. Querría que te vieses dentro, dentro de ti que soy yo, o busco serlo. Que dudes siempre de este suelo endeble que no nos sostiene. No sé si algún día romperé la cáscara y entrará en ti un poco de luz. Nada artificial, sólo luz. O si los ojos que miran desde las pupilas en donde me veo quedarán ciegos para que yo jamás los alcance. Ni los agarre ni los suspire ni diga nada. Ya nada. Querría que atravesases el muro con mi ayuda. Salta o vuela. Aterriza o explota como un insecto que revienta sin darse cuenta de que estuvo vivo.

jueves, 10 de mayo de 2012

Un acto sencillo y humano

A Javier Mendieta, por su disertación ludópata

Desgarrar un corazón es siempre un acto sencillo. Ya sea en la base o en la parte superior del mismo, se marca una cruz cortante que apenas rasgue los recuerdos, utilizando un rencor afilado o un silencio preciso. Se despliegan las cuatro esquinas de ternura para despegarlas del resto, usamos una ausencia bien limpia o una pasión ya fría, y tiramos lentamente, con delicadeza. Sentimos la resistencia que algún buen recuerdo nos opone, algo compartido que con insistencia también se desgarra. Desnudamos el corazón y queda una fruta palpitante que desconocíamos, una flor abierta y limpia. Un acto sencillo y humano que nos ayuda a conocernos, que nos revela lo que ya sabíamos. Que vuelve sangre lo que ya era sangre.

miércoles, 9 de mayo de 2012

El suelo es de una madera cobriza, y el cielo es de una madera cobriza. ¿De qué color será lo que hay en medio?




"Deben tener alma los que la sienten dentro de sí bullir y reclamar"
La amortajada, Mª Luisa Bombal


Desde esta mesa, apoyado en la baranda de hierro que da forma al balconcito -a mi derecha la fotografía negra-, veo la calle. Un cartel blanco adherido a la cristalera anula una parte de mi acera (es mio lo que veo) y me deja sólo cuerpos. Cuerpos bien y mal vestidos que pasean sin cabeza, que tiran algo a la basura, que esperan al autobús o a Dios, que encadenan o desencadenan su bicicleta. Que no me ven porque no tienen identidad ni alma que bulla -nada que reclamar, al fin-. Siento el aliento de los libros a mi espalda y el café  que me susurra: son sólo cuerpos, bien y mal vestidos.

domingo, 6 de mayo de 2012

La campana de vidrio o la zarza de azúcar. El charco océano en el que no se nada, sólo se hunde y se desconoce. La parola che manca nel testo. L'inchiostro rosso mai visto, lo spazio senza dire nulla.

*

Me acuesto en este colchón de fuego sobre el suelo de acero. Agarro el sueño por la punta y lo secuestro. Te necesito, le digo, serás tú la morfina que tape este agujero.