"El progreso de un artista es un continuo autosacrificio, una continua extinción de la personalidad". T. S. Eliot

miércoles, 29 de agosto de 2012

"Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad".
La Náusea, Jean Paul Sartre

Demasiados libros. Demasiadas lenguas. Demasiada gente. Demasiados lugares. Demasiados secretos. Poca vida y demasiada vida. Poco tiempo. Demasiadas letras y pocos ojos. Demasiados ojos y pocos verdes. 

martes, 28 de agosto de 2012

La tibieza

Una parte de mi ve pasar, difuminadas, anchas lenguas de tierra que corren a ambos lados de la carretera, mientras el ruido del motor queda amortiguado por la espesura del calor amarillo.  La otra parte de mi -la parte sucia o la más limpia, quién sabe, según el ojo del que mira y el concepto  más felino de la higiene- contempla tu piel que ha nacido para ser lamida. Hay campos de calor ahí fuera; como un mar amarillento cuyas olas rompiesen contra el tronco de una encina vencida, aislada. Y tu piel que siempre es blanca, que apenas conoce el sol, está tostada. Te estoy oliendo con los ojos y huele a miel y a humo, una dulzura que raspa y que quema. El vestido negro, elástico y vulgar, marca la caída de tus hombros de formas suaves. Son los tirantes finos y el escote bajo, apuntado. La tela se relaja sobre los pechos medianos y redondos, dejando desnudos los límites del sol: dos medias lunas blancas pálidas brillantes. La porción de unos senos que todavía evoca la pureza del cuerpo primitivo.
   La falda del vestido se arruga entre tus nalgas llenas, apretadas, y la tela áspera del asiento; unos pliegues inconscientemente remangados en la parte alta de los muslos, no muy juntos, ligeramente separadas las piernas, casi desnudas. El volumen de la carne marcado por la luz del sol que se curva, se vierte hacia el interior. El ámbar claro de la piel, el vello rubio que desaparece sobre las rodillas. La tibieza. Mi mano suelta el volante y se posa sobre una pierna, el interior de tu muslo, los dedos que aprietan y se hunden en la tibieza. La tibieza de todo.
   Veo media cascada castaña sobre tu espalda, hermosos cabellos ondulados húmedos de sudor. El ojo verdoso y el lacrimal rosado. La piel blanca del rostro que aún resiste. La nariz recta y afilada. Los pómulos firmes que me miran. El perfil de tu boca entreabierta y roja, de saliva y carne, el dibujo inclinado de tus labios. El cuello largo y claro, la cintura muy estrecha y el vestido muy negro. De nuevo los muslos y el vello rubio. De nuevo tu piel que ha nacido para ser lamida. La tibieza de todo...